Palabras de espiritualidad

El comportamiento equivocado en la iglesia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Debemos saber que aquel que, estando en la iglesia, se pone a hablar con otros, se asemeja a Judas, quien fue el primero en irse cuando la Última Cena.

La oración “Señor, ten piedad de mí. Señor, perdóname”, pero especialmente la invocación frecuente del Nombre del Señor, nos ayudan a librarnos del recuerdo permanente del mal sufrido y de nuestro semejante contra quien murmuramos. Ciertamente, muchas veces hay quienes murmuran contra nosotros, y nosotros mismos murmuramos en contra de otros. Incluso en la iglesia. ¡Qué pecado tan grave!

Debemos saber que aquel que, estando en la iglesia, se pone a hablar con otros, se asemeja a Judas, quien fue el primero en irse cuando la Última Cena. El que sale antes del “Amén” con el que se cierra la bendición final de la Liturgia, hace lo mismo que Judas. ¡Estemos atentos! Cuando nosotros nos ponemos a hablar de otras cosas, el Señor ya no tiene cómo hablar. Y, cuando escuchamos lo que nos dice alguno, dejamos de escuchar lo que nos dice Dios. Y precisamente nosotros, quienes con nuestros labios mencionamos el Nombre de Dios en cánticos y oraciones, nos vemos tentados a olvidar que todo se trata de Él. ¡Estemos atentos! Repito: ¡estemos atentos! Cuando hablamos en la casa de Dios, Él calla. El silencio de Dios es una respuesta. ¡Haz que te escuchemos en silencio, Señor! ¡Haz que de Tu silencio aprendamos a callar! ¡Haz que no caigamos en la tentación, y que no hagamos que otros caigan! ¡Más bien ayúdanos a permitir que todos te escuchen, te sientan y te vean! ¡Que todos verdaderamente puedan sentir Tu presencia! Porque, Tú, Señor, no murmuraste en contra de nadie y a todos los perdonaste.

¡Luchemos, al menos, por no pensar más (estando en la iglesia) y por dejar de recordar el mal sufrido!

(Traducido de: Casian, Episcopul Dunării de Jos, Scara Căinței, Editura Episcopiei Dunării de Jos, Galați 2003, p. 74)