Palabras de espiritualidad

El consejo de un experimentado monje para enfrentar las aflicciones

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“No pretentas aconsejar a los demás si no has puesto en práctica lo que dices, porque los demonios se burlarán de ti”.

Decía el padre Onufrio Frunză: “La oración con la mente empieza a dar frutos después de unos 20 o 30 años de vida monacal, si el monje ha sido activo. Pero la mente no ayuda a cada uno en particular, porque no todos tienen la misma capacidad. Luego de unos 20 años empiezan a aparecer los primeros frutos, y sólo entonces puedes empezar a dar consejos a otros. No pretentas aconsejar a los demás si no has puesto en práctica lo que dices, porque los demonios se burlarán de ti”. Y después aconsejaba a sus discípulos sobre la forma en que debían orar con la mente, porque, algunos, sea por haberse forzado demasiado en la oración, o por haber tenido pensamientos soberbios de sí mismos, han terminado perdiendo la cordura. Por eso es que cada uno debe tener un guía espiritual.

El padre Onufrio nos recomendaba ser pacientes en las aflicciones. Y decía: “Hay tribulaciones exteriores e interiores. Las que vienen desde afuera son: que te haya insultado un hermano, o que haya sido injusto contigo, o que te haya difamado, o te haya golpeado, etc. Las aflicciones que vienen del interior son: las lamentaciones, la impaciencia interior, el odio, la enemistad, la envidia, el resentimiento… Las que vienen del interior son más peligrosas que las exteriores. Y si no podemos ser pacientes con las que vienen del exterior, ¿cómo podríamos soportar las que vienen del interior? Porque si no soportamos lo que viene de afuera, mucho menos podremos soportar lo que viene desde dentro”.

El padre jamás aconsejaba renunciar a orar por la mañana y en la noche, para ocuparse únicamente del Salterio. Además, recomendaba leer el Salterio con unas oraciones especiales, no solamente repetir los salmos, porque, decía, para que alguien pudiera dedicarse a leer únicamente los salmos, necesitaría desarrollar un gran trabajo espiritual, y aún así su lucha sería considerable. Luego, esas oraciones que recomendaba hacer con el Salterio eran “como el aceite que le ponemos a la comida”.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 772)