El consuelo del Espíritu de Dios
El Espíritu Santo consuela los corazones de los que con humildad y fervor siguen a Cristo, y reprende la conciencia de los pecadores que no se arrepienten.
¿Por qué le decimos “Consolador” al Espíritu Santo? Porque Él consuela a los cristianos aquí en la tierra. El Espíritu Santo consuela tanto a las madres que engendran y crían a sus hijos, como a los niños huérfanos, a los pobres, a los enfermos, a las viudas y a los ancianos. El Espíritu Santo consuela y fortalece en la fe y en la paciencia a aquellos que soportan grandes sufrimientos y ofrendan su vida por Cristo. El Espíritu Santo consuela a los fieles, a los monjes y a los sacerdotes, cuando oran y cuando hacen frente a las tentaciones que vienen a ellos del demonio, de los hombres y de su propia naturaleza inclinada al pecado. El Espíritu Santo consuela los corazones de los que con humildad y fervor siguen a Cristo, y reprende la conciencia de los pecadores que no se arrepienten.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Predici la Duminicile de peste an, Editura Mânăstirea Sihăstria, 2007, p. 63)