El consuelo y el auxilio de la Madre del Señor no cesan jamás
En el Día del Juicio, la Santísima Virgen María se postrará de rodillas ante su Santísimo y Dulcísimo Hijo, nuestro Señor y Dios, Jesucristo, y le implorará: “¡Señor, Dios mío e Hijo mío, esta alma sufriente, aunque mucho ha pecado, siempre ha invocado mi auxilio! ¡Por eso, te suplico que le perdones sus faltas y te apiades de ella!”.
Es importante subrayar que no hay alma bajo el cielo, que, habiendo puesto su esperanza en la Madre del Señor, haya quedado sin recibir su amoroso auxilio. Con sus oraciones, cualquier alma recibirá, en esta vida, paz, consuelo, protección y ayuda, y, al morir, la misericordia de la Madre del Señor no le abandonará. Del mismo modo, en el Día del Juicio, la Santísima Virgen María se postrará de rodillas ante su Santísimo y Dulcísimo Hijo, nuestro Señor y Dios, Jesucristo, y le implorará: “¡Señor, Dios mío e Hijo mío, esta alma sufriente, aunque mucho ha pecado, siempre ha invocado mi auxilio! ¡Por eso, te suplico que le perdones sus faltas y te apiades de ella!”. Así es como, por las oraciones de la Madre del Señor, recibiremos toda misericordia, tanto en esta vida como en el momento de morir, y también en el Día del Juicio.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 148)