Palabras de espiritualidad

El corazón del dócil es el trono de Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿Te ha enfadado tu hermano o con algo te ha ofendido? Ten paciencia y sé manso, para que puedas demostrar que eres discípulo de Cristo; además, para que tu alma se sosiegue y para ayudar a quien te ofendió. Pero si al contrario, te revuelves en contra suya, estarás tomando el cuchillo que el astuto te tiende y lo estarás dirigiendo hacia tu propio corazón. Con esto, lo único que conseguirás será alegrar al mismísimo maligno, porque su trono está en el corazón del iracundo, mientras que el corazón del dócil es el trono de Dios.

Llama incesantemente a la puerta de la piedad materna —y del amor— de la Virgen, con alabanzas y cantos dedicados a ella, uniendo a estos tus peticiones, y recibirás su auxilio, no sólo en esta vida pasajera, sino también en el momento en que debas partir de este mundo.

¡Oh, si pudieras ver las coronas eternas de los felices del cielo y hasta dónde fueron alzados esos que en el mundo fueron despreciados y considerados indignos de esta vida...! Desearías humillarte hasta la ceniza y hasta los infiernos y querrías obedecer a todos inmediatamente, más que darles órdenes tú. Dejarías de anhelar días de felicidad en esta vida, sino que desearías alegrarte en el sufrimiento y conocer que el premio más grande es ser considerado nada por parte de los demás.

¿Te ha enfadado tu hermano o con algo te ha ofendido? Ten paciencia y sé manso, para que puedas demostrar que eres discípulo de Cristo; además, para que tu alma se sosiegue y para ayudar a quien te ofendió. Si por el contrario, te revuelves en contra suya, estarás tomando el cuchillo que el astuto te tiende y lo estarás dirigiendo hacia tu propio corazón. Con esto, lo único que conseguirás será alegrar al mismísimo maligno, porque su trono está en el corazón del iracundo, mientras que el corazón del dócil es el trono de Dios.

Cualquiera que sea paciente al recibir ofensa u oprobio, sin haber cometido antes ninguna falta que pudiera justificar amonestación, estará poniendo sobre su cabeza una corona de espinas y conseguirá ser feliz, porque será honrado con la corona eterna en aquel día.

Si llegas a entender que perdonar los errores de los que te han ofendido es uno de los más grandes actos de virtud, la brillante serenidad llenará tu mente.

 

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