El cristiano debe recordar siempre que Dios le observa
Para alcanzar con más facilidad el recuerdo de Dios, hay un método muy conocido por los cristianos más experimentados: la repetición incesante de oraciones cortas.
Para ayudarte, te diré un secreto de la vida virtuosa del cristiano: el recuerdo incesante de Dios. Para esto, es necesario robustecerte de tal forma que tu mente ya no se disperse. Dios está en todas partes y siempre con nosotros, a nuestro alrededor y en nuestro interior. Sin embargo, no siempre estamos con Él y, debido a que no siempre nos acordamos de nuestro Creador, nos permitimos hacer muchas cosas que no haríamos si pensáramos en Él. Por eso, acostúmbrate a pensar siempre en Dios. No hace falta hacer nada especial, sino solamente tomar la decisión de aceptar ese pensamiento y recordar que Dios está en ti y a tu alrededor, y que te observa por fuera y por dentro con la misma atención que cualquiera que se te ponga enfrente. Así, no es necesario que hagas nada especial. Tan sólo debes recordar que Dios está a tu lado y te mira. Esfúerzate en hacer de esto una costumbre, y notarás cómo en tu alma empieza obrarse la salvación. Pero no olvides que pensar en Dios no es igual a pensar en cualquier otra cosa: debes experimentar también el temor de Dios y la humildad ante Él.
Para alcanzar con más facilidad el recuerdo de Dios, hay un método muy conocido por los cristianos más experimentados: la repetición incesante de oraciones cortas. La más usual es: “¡Señor, ten piedad! ¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Si nunca antes habías oído hablar de esta oración o si no la conocías, empieza a practicarla desde hoy mismo. Y puedes repetirla al caminar, al estar sentado, al trabajar, al comer o al ir a acostarte. Simplemente, di: “¡Señor, ten piedad! ¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Mientras más la practiques, más fácilmente vendrán esas palabras a tu lengua, hasta repetirse solas. Entonces verás cómo se calman tus pensamientos y te será más fácil controlarlos. Eso sí, no olvides que esta oración debe acompañarse de la humildad. ¡Que Dios y la Madre del Señor te ayuden!
(Traducido de: Sf. Teofan Zăvorâtul, Viața duhovnicească și cum o putem dobândi, Editura Bunavestire, p. 193-194)