El cuidado y amor recíproco de los cristianos
Sin amor no hay Iglesia. ¡Siembra en nosotros, Señor, ese amor, para que el mal deje de venir a nuestra mente!
Nosotros, como miembros del cuerpo de la Iglesia, debemos cuidarnos y amarnos los unos a los otros, del mismo modo en que nos amamos y nos cuidamos a nosotros mismos, cada uno como a su propia alma y cuerpo. Por eso, debemos arrancar de nuestros corazones el amor propio, la gula, la envidia, la animadversión, la ira, el odio, el rencor, el desenfreno y la liviandad, perdonándonos los unos a los otros, de la misma forma en que esperamos ser perdonados por los demás, ayudándonos recíprocamente con sinceridad y buena disposición. El amor es la señal más auténtica de los discípulos de Cristo y los miembros de la Iglesia de Cristo. Sin amor no hay Iglesia. ¡Siembra en nosotros, Señor, ese amor, para que el mal deje de venir a nuestra mente!
(Traducido de. Ioan de Kronstadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, Sibiu, 2002, p. 53)