El culpable soy yo, no el otro
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No olvides que eres débil y que débil es también tu semejante...
Busca la forma de no caer en el mal; más bien, véncelo todo con el amor: los enfados, los caprichos, los problemas familiares... Que no haya en ti sino amor. Antes de culpar a los demás, cúlpate a ti mismo, reconócete culpable de todo lo malo que te sucede. Repite: “¡Yo soy el culpable, porque soy un pecador!”.
No olvides que eres débil y que débil es también tu semejante, y que la debilidad es siempre debilidad, y que, cuando los débiles y los pecadores reconocen su debilidad o su pecado, ya no tiene sentido acusarlos: el culpable es el demonio, fuente de todo mal.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 458)
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