Palabras de espiritualidad

El deber de trabajar nuestro propio corazón

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

El huerto que se nos ha encomendado cuidar y resguardar es el de nuestro propio corazón, cuya cosecha es la vida eterna.

La nueva vida que estás empezando se asemeja a la de un hortelano. La tierra que este trabaja es un don de Dios, al igual que las semillas, el calor del sol, la lluvia y el desarrollo de las plantas y vegetales. Pero el trabajo en sí es algo que depende del hombre. Si el labriego quiere obtener una cosecha abundante, tendrá que esforzarse con denuedo desde el amanecer hasta el ocaso, arando, sembrando, regando y cuidando los retoños, porque todo lo que siembre estará expuesto a una gran cantidad de peligros. Es un trabajo que no termina jamás, porque el campesino debe estar atento todo el tiempo, preparado para intervenir cuando sea necesario. Y, con todo, la cosecha depende de algo que está fuera de su alcance: las condiciones climáticas. Es decir, de algo que está en manos de Dios. El huerto que se nos ha encomendado cuidar y resguardar es el de nuestro propio corazón, cuya cosecha es la vida eterna.

(Traducido de: Tito CollianderCalea Asceților, traducere de părintele Dan Bădulescu, Editura Scara, București, 2002, p. 9)