El deber del cristiano es orar por los demás
A Dios le agrada la oración que elevamos con amor y confianza.
No rehúyas la posibilidad de orar por alguien, sea que te lo pida él mismo, sus parientes, sus amigos o sus conocidos.
A Dios le agrada la oración que elevamos con amor y confianza. De esta forma, cuando ora por otras personas, el cristiano se ocasiona a sí mismo un enorme provecho.
Semejante oración purifica el corazón, fortalece la fe y la esperanza en Dios, y enciende en el alma el amor a Él y al prójimo.
Cuando ores, di: “Señor, si es posible, haz esto o aquello por Tu siervo X. Otórgale lo que te pide, porque Tu Nombre es Bueno y Todopoderoso”.
Entonces, si aún siendo indignos sabemos dar cosas buenas —no sólo a nuestros familiares, sino también a los extraños— con mucha más razón Tú, Todopoderoso, beneficiarás a quienes te las pidan a Ti (Mateo 7, 11).
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 167)