El discernimiento en el trato con los demás
“Te he enviado esta tentación porque tú también te olvidaste de tu hermano cuando él mismo tuvo que enfrentarla…”
En un lejano monasterio vivía un asceta llamado Timoteo. Un día, uno de los monjes de aquel cenobio cayó en tentación y, al enterarse de ello, el stárets le consultó a Timoteo qué debía hacer con el monje que había pecado. Este le recomendó que lo mejor era echar del monasterio al pecador. Así lo hizo el stárets. Pero, poco tiempo después, el pecado que había hecho caer al monje empezó a atormentar a Timoteo.
Timoteo empezó a clamar a Dios con abundantes lágrimas, implorando Su auxilio y Su piedad. Entonces, escuchó una voz que le decía: “¡Timoteo! Te he enviado esta tentación porque tú también te olvidaste de tu hermano cuando él mismo tuvo que enfrentarla”.
Con los miembros de Cristo —los cristianos—, tenemos que comportarnos con prudencia y buen juicio, sufriendo con cada uno de ellos en su padecimiento y separando solamente a aquellos que, por no dar ninguna señal de recuperación, no hacen más que contagiar a los demás.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvinte către cei care vor să se mântuiască, traducere de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2000, p. 24)