Palabras de espiritualidad

El dolor y la enfermedad como dones de Dios. Un milagro de San Panteleimón

  • Foto. Silviu Cluci

    Foto. Silviu Cluci

Inmediatamente sintió como si le quitaran un terrible peso de encima, entendiendo que debemos soportar la cruz de la enfermedad con paciencia, alegría y gratitud.

En la celda “San Crisóstomo”, que pertenece a la skete ‟San Panteleimón” (Monasterio Kutlumusion) del Monte Athos, vivió hace algún tiempo un monje llamado Daniel. Por más de veinte años, este sufrió de terribles dolores de cabeza y de la espalda, problemas con los riñones y el corazón, además de algunos otros padecimientos en las piernas y molestias que a veces abarcaban todo su cuerpo.

A pesar de haber acudido a varios especialistas y someterse a minuciosos exámenes, el resultado siempre era el mismo. Los médicos simplemente eran incapaces de encontrar una explicación física para las dolencias del padre Daniel. Este, por su parte, asumió su cruz con paciencia, viendo que era imposible encontrar un doctor que le ayudara a sanar.

Un año de esos, cuando era el 27 de julio, durante las vigilias antes de la fiesta de San Panteleimón, el padre Daniel oró fervientemente al santo, diciendo: “Oh, santo de Dios y protector de nuestro monasterio, tú, que eres médico y moriste por amor a Cristo, por tu gran amor intercede ante nuestro Señor Jesucristo por mi salud, para que, ya libre de mis padecimientos, pueda glorificar y cantar Su Nombre en estas vigilias”.

Dicho esto, se secó las lágrimas y, exhausto, se quedó dormido. Entonces vio a San Panteleimón arrodillado delante del trono de Dios, pidiendo por la salud del desdichado monje.  Después de eso, escuchó que nuestro Señor le respondía al santo: “Hermano mío, Gran Mártir Panteleimón, ¿acaso crees que eres más piadoso que Yo? ¿Es que crees que amas a la humanidad más que Yo? Sé que por amor a Mí derramaste tu sangre, ¿pero es que Yo Mismo no derramé la Mía y lo sigo haciendo día tras día, por la salvación de las almas de los hombres? Debes saber que muchas veces permito que la enfermedad venga a los hombres, para que puedan salvar sus almas. Esta me parece que es la forma más adecuada para que muchos alcancen la salvación”.

Cuando el padre Daniel escuchó esas palabras, se despertó y se puso alabar el Nombte de Dios, le agradeció a San Panteleimón por su intercesión, e inmediatamente sintió como si le quitaran un terrible peso de encima, entendiendo que debemos soportar la cruz de la enfermedad con paciencia, alegría y gratitud.