Palabras de espiritualidad

El don de la paz del alma

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Nuestro Señor fue insultado, difamado, humillado, azotado. Con gran cuidado, lo que hizo fue crear un modelo de vida para nosotros. Creó, de hecho, una imagen de Su vida aquí en la tierra, que, luchando, todos tenemos que imitar.

«El abbá Isaac dice que, cuando el hombre se hace humilde con el alma, la Gracia de Dios viene y lo envuelve por completo.

¿Deseas que haya paz en tu mente y en tu corazón, pero no lo consigues? Nuestro Mismo Señor Jesucristo nos dice dónde y cómo tenemos que buscar dicha paz, que es siempre una invaluable recompensa y un gran don de lo Alto para quienes lo siguen a Él: “Tomad sobre vosotros Mi yugo, y aprended de Mí, que Soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11, 29).

Pero es que nadie podría obtener la paz y el descanso espiritual, sino por medio de la lucha contra las pasiones y soportando pacientemente las ofensas y las tribulaciones. Eso fue lo mismo que hizo nuestro Señor antes de morir en la cruz. Fue insultado, difamado, humillado, azotado. Con gran cuidado, lo que hizo fue crear un modelo de vida para nosotros. Creó, de hecho, una imagen de Su vida aquí en la tierra, que, luchando, todos tenemos que imitar.

Te recomiendo que leas los textos ascéticos del abbá Isaac. Ahí aprenderás cuán necesarias son las tentaciones, y también que ellas son permitidas por Dios para que podamos fortalecernos en la lucha contra el mal, y así obtener una vasta experiencia espiritual. En los fragmentos que te recomendé, el abbá Isaac habla especialmente de las tentaciones del espíritu, pero todo lo que él dice sobre este tema es aplicable también a las tentaciones del cuerpo.

Tal como los guerreros ganan medallas y condecoraciones cuando demuestran con tesón su valentía y que tienen espíritu de sacrificio, también nosotros, como verdaderos guerreros espirituales, ganaremos los frutos de nuestro esfuerzo, después de una lucha heroica que durará muchos años. La batalla más cruenta, entonces, será contra el orgullo, en todas sus formas y manifestaciones: la ira, la vanidad, la maldad, la envidia… Cuando sometemos dichos males, nos hacemos con la mejor recompensa que podríamos recibir jamás: la paz del alma».

(Traducido de: Sfântul Macarie de la Optina, Povețe duhovnicești, Editura Egumenița, pp.106-107)