Palabras de espiritualidad

El engaño de la falsa humildad

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Examina con atención y sinceridad tu alma, amado hermano! ¿Es que ya no queda esperanza de arrepentimiento para ella, sino solamente correr tras el placer?

La falsa humildad se considera a sí misma humilde: de forma ridícula y patética, se consuela con esa visión engañosa, que lleva al alma a la perdicion. El demonio asume el aspecto de un ángel de luz; sus apóstoles se disfrazan de apóstoles de Cristo (II Corintios 10, 12-15); su enseñanza aparenta ser la de Cristo; los estados provocados por sus artimañas parecen auténticos estados espirituales, gratíficos; su orgullo y su vanagloria, la soberbia y el engaño causado por todo esto toma el aspecto de la humildad de Cristo.

¡Ah! ¿En dónde se esconden de los infelices soñadores, de los soñadores que de manera absurda se jactan de sus estados de autoengaño, de los soñadores que creen que viven bien y son felices, en dónde se esconden de ellos las palabras del Señor: “Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre. Ay de los que reís ahora, porque tendréis aflicción y llanto”? (Lucas 6, 21-25)

¡Examina con atención y sinceridad tu alma, amado hermano! ¿Es que ya no queda esperanza de arrepentimiento para ella, sino solamente correr tras el placer? ¿Es que ya no le queda la esperanza de llorar en este mundo, en este valle de lágrimas, hecho justamente para llorar, sino únicamente llenarse de placeres prematuros, engañosos, faltos de sentido y que llevan a la perdición?

La contrición y el llanto por nuestros pecados nos ofrecen la felicidad eterna: esto es algo conocido, es una cosa digna de todo crédito, porque su importancia fue realzada por nuestro Señor mismo. Entonces ¿cómo no sumergirte en esos santos estados, por qué no permanecer en ellos, por qué buscar placeres y deleitarte en ellos, para apagar la bendita sed y el hambre de la justicia de Dios en ti, y la bienaventurada y redentora tristeza por tus pecados?

(Traducido de: Cum să biruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 126-127)