El Espíritu Santo como testigo de Cristo-Verdad
Quien desee seguir la Verdad, sin equivocarse, tiene que permanecer en la doctrina legitimada por el Espíritu Santo.
El pensamiento se asemeja al timón de una embarcación: de este insignificante trozo de madera depende la dirección y, en gran parte, la suerte de una nave entera. “La reflexión cuidará de ti y la inteligencia te protegerá” (Proverbios 2, 11), dice la Escritura. La misma Escritura nos enseña que el principio de nuestras palabras debe ser la verdad, ¿y qué otra cosa es el principio de las palabras, sino el pensamiento?
En este mundo, el Espíritu Santo ya ha dado testimonio de la verdad. Eso es lo que los apóstoles les decían a los judíos. El testigo de Cristo-Verdad es el Espíritu Santo. Ahí donde falta el testimonio del Espíritu, ahí no hay muestras de la Verdad. Quien desee seguir la Verdad, sin equivocarse, tiene que permanecer en la doctrina legitimada por el Espíritu Santo. Esta es la enseñanza de la Santa Escritura y de los Santos Padres de la Iglesia Ortodoxa, única Santa, única Ortodoxa y verdadera. Cualquier otra doctrina es ajena a Cristo-Verdad, a la Verdad descendida del Cielo, misma que por la inefable misericordia divina se reveló a los hombres, quienes vivían en la oscuridad y bajo la sombra de la muerte, atrapados en el tenebroso y profundo abismo del autoengaño, la ignorancia, el pecado y la perdición.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, De la întristarea inimii la mângâierea lui Dumnezeu, Editura Sophia, 2012, p. 166)