Palabras de espiritualidad

El estado espiritual de los que han transformado las fuerzas de su alma

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El amor a Dios y al prójimo, que revela la transformación de las pasiones, es la señal de que el hombre se ha convertido en templo del Espíritu Santo. 

Según la doctrina ortodoxa, la apatheia (estado espiritual libre de pasiones) no significa matar el aspecto pasional del alma, como enseñan los filósofos estoicos, sino transformar las fuerzas del alma. Entonces, no se trata de un estado negativo, sino, en primer lugar, de un estado positivo. Es volver a Dios las fuerzas del alma y llenar al hombre de Su Gracia.

La apatheia no es un algo estático, sino una evolución dinámica. De hecho, los Santos Padres dicen que la apatheia tiene distintos niveles. La primera apatheia es la inicial, un estado que consiste en detener la acción de las pasiones. Aquí, el hombre evita actuar sometido por los impulsos del alma. La segunda, que es característica de los hombres virtuosos, es la expulsión de todo pensamiento pecaminoso de la mente. La tercera se evidencia en los hombres deificados, cuyo deseo permanece incólume e inamovible ante las pasiones. La cuarta es la de aquellos que han alcanzado la perfección. Es una pureza plena, incluso en la imaginación. Esta última etapa es la de los teólogos, quienes han alcanzado la comunión con Dios y están libres de figuraciones e imaginaciones.

Sin embargo, es importante recordar que hay una apatheia verdadera y una falsa apatheia. La verdadera apatheia es esa que se manifiesta cuando el hombre se llena de la Gracia de Dios y se convierte en templo del Espíritu Santo. Y la falsa apatheia es un ardid del demonio, que lleva al hombre a considerarse puro, atacándolo después para llevarlo a muerte espiritual. Solo el verdadero amor puede distinguir entre la verdadera y la falsa apatheia. Y, naturalmente, el amor a Dios y al prójimo, que revela la transformación de las pasiones, es la señal de que el hombre se ha convertido en templo del Espíritu Santo. Es entonces cuando en él actúa la oración incesante.

(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos VlachosBoala și tămăduirea sufletului în Tradiția Ortodoxă, Editura Sophia, București, 2007, pp. 148-149)