El fundamento de nuestra esperanza
Cristo, porque es la Vida eterna, con Su muerte y Resurrección venció a la corrupción y la perdición, entregó Su vida a la muerte misma y le aseguró a la humanidad la inmortalidad.
La Resurrección de Cristo constituye el fundamento de la esperanza humana, porque representa una nueva creación y un nuevo impulso para la humanidad. Con la Resurrección, el hombre se hace partícipe y se coloca en el centro de la vida divina.
La Iglesia se convierte en “testigo de la Resurrección de Cristo” (Hechos 1, 22) y ofrece su experiencia pascual como única solución para vencer a la muerte, ya que la Resurrección de Cristo no es simplemente sobrevivir después de morir, sino la posibilidad de que “este cuerpo corruptible ha de vestirse de incorruptibilidad, y este cuerpo mortal de inmortalidad” (I Corintios 15, 53).
La Resurrección nos ofrece la posibilidad de la perennidad y de nuestra propia resurrección, después de haber librado al hombre del sometimiento mortal a la muerte, para entrar en la vida de la libertad de Dios.
Es un hecho indudable que la profunda crisis que sacude al hombre de todas las épocas se debe, principalmente, a la desesperanza que trae a su alma la certidumbre de la muerte. Y esto, porque la muerte constituye la experiencia más dolorosa de esta vida, la más segura realidad y la más estramecedora frontera de la existencia.
Pero Cristo, porque es la Vida eterna, con Su muerte y Resurrección venció a la corrupción y la perdición, entregó Su vida a la muerte misma y le aseguró a la humanidad la inmortalidad.
(Traducido de: Arhimandritul Timotei Kilifis, Hristos, Mântuitorul nostru, Editura Egumenița, 2007, p. 210)