El hombre, creado según la imagen de Dios
También la naturaleza humana de Cristo es imagen del Padre, gracias a Su encarnación.
Los Padres subrayan que el hombre no es imagen de Dios. Imagen de Dios, idéntico en todo, es sólo el Verbo, el Hijo. El Verbo es la imagen del Padre. Por eso, ya que el Verbo es la imagen del Padre, Cristo (Quien se encarnó) es la imagen del Padre como Logos-Verbo. Sin embargo, por comunicación de características, también el Verbo hecho carne, es decir, la naturaleza humana de Cristo, se asemeja a la imagen del Padre. En otras palabras, también la naturaleza humana de Cristo es imagen del Padre, gracias a Su encarnación.
El hombre no es la imagen de Dios. Se dice, desde luego, que el hombre es la imagen de Dios, pero es una utilización errada del término. En sentido propio, el hombre fue hecho “según la imagen de Dios”, por tanto no es “la imagen de Dios”. A partir de esto el hombre debía llegar a la “semejanza”, es decir, a la deificación, por medio del actuar de Dios y con su misma acción. El hombre tiene en su interior un “impulso” de ser guiado del “según la imagen” a la “semejanza”, como dice San Irineo: “Era necesario que el hombre naciera primero, después que creciera, que madurara, se multiplicara, se fortaleciera, se enalteciera y, sólo así, pudiera ver a su Señor. Dios es el Único digno de ser visto, porque ver a Dios genera la eternidad”.
El hombre, creado según la imagen y según la semejanza de Dios, tiene un soplo de vida que le hizo espiritual, pero tiene también el espíritu vivificador, que le dio el alma.
(Traducido de: IPS Ierótheos Vlachos, Mitropolitul Nafpaktosului, Dogmatica empirică după învățăturile prin viu grai ale Părintelui Ioannis Romanidis, Volumul II, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 99)