El hombre fue creado con cuerpo y alma, y después recibió el hálito de vida con el Espíritu, para poder vivir en Él con todo su ser.

Solamente al realizar esto el hombre puede cumplir con su propósito, viviendo de acuerdo a su verdadera naturaleza: “El hombre verdadero es el hombre espiritual que hay en nosotros”, escribe Clemente de Alejandría. El hombre no es un ser pleno y no vive verdaderamente, si no vive en el Espíritu. De lo contrario, será un ser mutilado e imperfecto, como si estuviera muerto.

(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Terapia bolilor spirituale, Editura Sofia, p. 29)