Palabras de espiritualidad

El hombre, señor y siervo de la tecnología

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Aunque el individualismo grita cada vez más fuerte a través de las nuevas ideologías socio-políticas, la realidad es que, a nivel planetario, local, comunitario, etc., nosotros, los hombres, nos hallamos interconectados, dependiendo los unos de los otros. La tecnología favorece esta verdad. Y cualquier mala utilización que hagamos de ella, se puede volver en contra nuestra.

Un reciente accidente de aviación, en el cual murieron dos personas y otras cinco quedaron gravemente heridas, me llevó a meditar, una vez más, sobre la relación entre el hombre y la tecnología.

La Biblia afirma que todo lo que Dios creó es muy bueno. Es decir, bueno para el propósito con que fue creado.

La tecnología se encuadra perfectamente en esta descripción. Neutra desde un punto de vista moral, se hace buena o mala en función del modo y el propósito con el que es utilizada. Justamente por este motivo, hay normas (no me refiero aquí a las que son puramente técnicas) suficientemente claras sobre cómo utilizarla. Es la zona donde la religión, por medio de la moral, se encuentra con la ciencia.

Así, después de ver en el noticiero el resumen de los dos accidentes “mayores” que ocurrieron esta semana, llegué a la sencilla conclusión de que hay, al menos, dos normas perfectamente claras: no puedes conducir ebrio, y no despegas en condiciones inciertas (en el caso del accidente de aviación, se mencionó que el piloto había advertido con antelación que la nave tenía ciertos problemas técnicos).

Como descubridor y creador de la tecnología, el hombre se cree el dios de esta materia. De cierta forma, podría llegar a admitir que esto último es cierto, porque a los hombres se nos concedió ser la imagen del Creador, es decir que somos pequeños creadores. Pero no somos solamente sus soberanos. Estaríamos errando enormemente, si pensáramos que la tecnología hace únicamente lo que nosotros queremos. A lo sumo, hace lo que puede y lo que se le pide, pero en condiciones suficientemente claras. Desde este punto de vista, el hombre es el siervo de sus propias invenciones, obligado a someterse a estas condiciones. Cuando no lo hace, la tecnología puede llegar a ser peligrosamente hostil hacia él.

Con todo, es necesario asumir las graves consecuencias que pueden aparecer. Porque, como con la moral, el reconocimiento de los propios errores puede llevar al mejoramiento de las condiciones de existencia del hombre. Así, la cobardía, la corrupción y la improvisación tendrán siempre efectos nocivos, difíciles de sofocar.

Aunque el individualismo grita cada vez más fuerte a través de las nuevas ideologías socio-políticas, la realidad es que, a nivel planetario, local, comunitario, etc., nosotros, los hombres, nos hallamos interconectados, dependiendo los unos de los otros. La tecnología favorece esta verdad. Y cualquier mala utilización que hagamos de ella, se puede volver en contra nuestra.