El hospital que nos sana del pecado
Cristo no derruye al que se ha corrompido, ni aparta al adúltero, ni le vuelve la espalda al ebrio, ni siente asco por los adoradores de ídolos, ni oprime al blasfemo ni al soberbio, sino que a todos los transforma.
La contrición es el hospital que nos sana del pecado, porque es un don celestial, una prodigiosa fuerza que vence, con su gracia, leyes enteras. Por eso, Cristo no derruye al que se ha corrompido, ni aparta al adúltero, ni le vuelve la espalda al ebrio, ni siente asco por los adoradores de ídolos, ni oprime al blasfemo ni al soberbio, sino que a todos los transforma. El arrepentimiento es un horno en el cual el pecado se destruye. Es necesario conocer primero cuál es el propósito de Dios. No voy a demostrar esto con mis palabras, sino que presentaré la verdad tal como aparece expresada en las Divinas Escrituras. Siendo paciente con los pecadores, Dios tiene un doble objetivo, atinente a la salvación: Él desea la salvación de los que se arrepienten y prepara Sus bondades para los descendientes de los pecadores, esos que deseen vivir virtuosamente. Lo repetiré con otras palabras: Dios es paciente con los pecadores, para que el pecador se salve, pero también para no excluir a sus descendientes de la salvación. Aunque el pecador no se arrepienta, Dios muchas veces cuida la raíz, para proteger a los frutos; a menudo cambia la misma raíz, como dije antes, y cuando la raíz se arruina por completo, Dios tarda pacientemente en castigarla, esperando la salvación de los que habrán de arrepentirse.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Omilii despre pocăință, Editura Institutului Biblic si de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, p. 50-51)