El ícono como parte esencial de la fe ortodoxa
El ícono es una presencia gratífica, la presencia de quien está retratado en él: el ícono nos pone en contacto con la persona ahí representada. Por eso, en la Ortodoxia existe el culto a los íconos, ligado al culto a las personas representadas en ellos.
Háblenos, por favor, de los íconos y su rol en la Iglesia Ortodoxa.
En este momento estoy en una iglesia que está llena de íconos. No hay Ortodoxia sin íconos y no hay Ortodoxia sin el culto a los íconos. Alguien podría decir que los íconos son solamente unas imágenes que sirven para crear determinada atmósfera. Si bien esto es parcialmente cierto, los íconos no representan solamente eso. El ícono es una presencia gratífica, la presencia de quien está retratado en él: el ícono nos pone en contacto con la persona ahí representada. Por eso, en la Ortodoxia existe el culto a los íconos, ligado al culto a las personas representadas en ellos.
Cuando oficiamos en la iglesia, decimos lo siguiente, situándonos frente al ícono de nuestro Señor Jesucristo: “Ante Tu Purísima imagen (estamos hablando con nuestro Señor, no con Su imagen) nos postramos, Tú, que eres Bueno, pidiendo el perdón de nuestros pecados, Cristo Dios. Porque voluntariamente quisiste subir con Tu cuerpo a la cruz, para salvar a Tus criaturas del sometimiento del maligno. Por eso, con gratitud te decimos: ¡Todo lo has llenado de gozo, oh, Señor nuestro, Tú que has venido a salvar el mundo!”.
Esta composición pone en evidencia la imagen de nuestro Señor Jesucristo, en relación con nuestro Señor Jesucristo Mismo. Esta es la idea ortodoxa. Luego, cuando me acerco al ícono del Señor y lo beso, es como si estuviera besando a nuestro Señor Jesucristo Mismo, y Él acepta esa muestra de honra de mi parte, porque soy un fiel ortodoxo.
Lo mismo ocurre con el ícono de la Madre del Señor y los de los santos de Dios. Solo que el ícono tiene valor únicamente para quien lo ve como tal. Quienes no ven así el ícono, simplemente saben que es un objeto santificado, que está puesto ahí para santificar, y lo honran sin tener la misma impresión que aquel que ve al ícono en su verdadera dimensión.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Puncte cardinale ale Ortodoxiei, Editura Lumea credinței, p. 36)