El inocente perdona siempre al culpable
No es el culpable quien perdona al inocente, porque su cabeza se halla entre sombras. Pero tú que eres inocente, perdona al que es culpable, disculpándote.
Intentemos alguna vez dejar de lado nuestro “yo” y perdonemos a nuestro hermano que se ha equivocado y es culpable. Porque el inocente perdona al que es culpable. ¿Entienden? No es el culpable quien perdona al inocente, porque su cabeza se halla entre sombras. Pero tú que eres inocente, perdona al que es culpable, disculpándote con él. Él se te quedará viendo, te dará dos palmadas en el hombro y dirá, “¿Te estás burlando de mí?”. Cuando se le pase la sorpresa, pensará, “Yo fui el que se equivocó... ¿y él viene a pedirme perdón?”. Entonces, buscará reconciliarse contigo. Claro que habrás hecho un pequeño sacrificio. Uno ínfimo, aunque para Dios se trata de algo inmenso. ¡Vaya sacrificio!
(Traducido de: Preot Nicolae Tănase, Să nu-L răstignim iarăşi pe Hristos, Editura Agaton, Făgăraș, 2011, p. 154)