El llamado de las madres es a cuidar un tesoro: sus hijos
Dios llama a las madres cristianas a cuidar de sus hijos como si se tratara del más santo de los tesoros, para que, al dar cuentas al final de sus días, puedan ofrecer una buena justificación.
¡Oh, madres cristianas! ¡Ustedes, tan deseosas de la salvación de sus hijos, trabajen en ello con temor y estremecimiento! Llévenlos, sin demora alguna, ante Jesucristo, condúzcanlos hacia Él con su propio ejemplo de una vida llena de virtud, con fervientes oraciones, obedeciendo la Ley de Dios y participando de los Sacramentos de la Iglesia. Sólo así los estarán protegiendo y los ayudarán a alcanzar la salvación, aún en medio de este mundo tan lleno de pecado e ignominia.
¡No sean desidiosas! ¡Cuídenlos, sálvenlos! Que cada madre sea como un ave, protegiendo con las alas a sus crías de los ataques de manos sucias, malvadas y asesinas. Dios llama a las madres cristianas a cuidar de sus hijos como si se tratara del más santo de los tesoros, para que, al dar cuentas al final de sus días, puedan ofrecer una buena justificación. ¡Y qué alegría experimentará cada madre, al responderle aquel día al Juez: “Heme aquí, junto a los hijos que Dios ha dado”. (Isaías 8, 18)
(Traducido de: Atanasie I. Skarmoghiani, Mamele creștine ale Sfinților Trei Ierarhi, traducere de Pr. Victor Manolache, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 44)