El llanto, medicamento para el alma
Intenta, lo más a menudo posible, derramar tan siquiera una lágrima. Ellas se acumulan como piedras preciosas, conformando el tocado de tu alma. Son un remedio maravilloso en contra de la inconstancia que aparece cuando el hombre se vuelve sólo hacia sí mismo.
La lágrima que algunas veces brota, incluso entre elogios, es un pequeño don, proveniente del océano de la compasión celestial. Aunque no sea pura, si cae con fecuencia, seguida de un suspiro por su in'dignidad, en poco tiempo empezará a iluminarse. ¿Recuerdas cómo se veía Aquel que, sufriente, anduvo con Su rostro lleno de heridas, escupido, sangrando... (Isaías 53, 2-4)? ¡Y sin embargo, era todo amor, todo voluntad! Así pues, nuestro amor a Él debe ser más fuerte que la misma muerte.
Intenta, lo más a menudo posible, derramar tan siquiera una lágrima. Ellas se acumulan como piedras preciosas, conformando el tocado de tu alma. Son un remedio maravilloso en contra de la inconstancia que aparece cuando el hombre se vuelve sólo hacia sí mismo, o por distracción.
(Traducido de: Sfântul Inochentie al Penzei, Viața care duce la Cer, traducere de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2012, p. 109)