El llanto que le agrada al Señor
El valor de las lágrimas no depende del agua que nos brota de los ojos, sino de lo que tengamos en el alma al llorar y después del llanto.
«Lloras a menudo, según entiendo de lo que hablamos antes y de lo que me contaste que te ocurrió. Hay lágrimas causadas por la debilidad del corazón, o por la endeblez de carácter, o provocadas por el dolor, y otras que simplemente nos compelen a llorar. Pero también hay lágrimas gratíficas. El valor de las lágrimas no depende del agua que nos brota de los ojos, sino de lo que tengamos en el alma al llorar y después del llanto. Sin embargo, debido a que carezco del don de las lágrimas, no me detendré a hablar de ello, aunque entiendo que las lágrimas gratíficas están relacionadas con distintos y profundos cambios en el corazón. El más importante es que el corazón arda en el fuego del Juicio de Dios, pero sin dolor y ruido, sino con una humildad originada en la esperanza que nos viene desde el Trono de nuestro Piadoso Señor, Quien juzga el pecado y perdona al pecador. Supongo que tales lágrimas vienen al final de nuestros esfuerzos, no exteriores, sino esos que acometemos para purificarnos el corazón, como un último baño o limpieza del alma. Y algo más: estas lágrimas no duran solamente una o dos horas, sino años enteros. También hay una clase de llanto sin lágrimas, que pertenece al corazón, pero que es igual de valioso y tan fuerte como las mismas lágrimas. Este llanto es el mejor para aquellos que viven con otras personas, quienes podrían verles llorar. ¡Porque todo lo ha creado nuestro Señor y Redendor!».
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Învățături și scrisori despre viața creștină, Editura Sophia, p. 3)