Palabras de espiritualidad

El lugar de la Madre del Señor en nuestra devoción

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

Solamente nuestra Soberana, la Madre de Dios, fue capaz de agradarle a Él en todo. Solamente ella, estando entre Dios y los hombres, hizo de Dios el Hijo del Hombre y a los hombres hijos de Dios.

Si las nueve legiones de ángeles cayeran del Cielo y se conviertieran en demonios, si todos los hombres se volvieran malos, si todas las criaturas, el cielo, los astros, los sacerdotes y los animales se apartaran de Dios, todo el mal de todos esos seres —en comparación con la plenitud de la santidad de la Madre del Señor— no podría entristecer a Dios. Porque solamente nuestra Soberana, la Madre de Dios, fue capaz de agradarle a Él en todo. Solamente ella, estando entre Dios y los hombres, hizo de Dios el Hijo del Hombre y a los hombres hijos de Dios.

Sin su mediación, nadie, ni siquiera un ángel o un hombre podría acercarse a Dios, porque solamente ella es la única frontera entre el ser creado y el ser no-creado. Solamente ella está después de Dios, ocupando el lugar inmediato a la Santísima Trinidad, porque es la verdadera Madre del Señor. Solamente ella es la recámara de todo el tesoro de Dios y es también quien reparte a todos, ángeles y hombres, los dones espirituales y divinos, todo el resplandor que está más allá de cualquier naturaleza, mismo que Dios concede a Su creación. Y no hay nadie que, habiéndola invocado con fe, haya quedado sin recibir su misericordioso auxilio. El Mismo Hijo de Dios, Quien es también el amado Hijo de la Virgen, nos dio a Su santísima Madre como protectora, para que nos ayudara a alcanzar la salvación.

(Traducido de: Sfântul Nicodim AghioritulMaica Domnului în teologia și imnografia Sfinților Părinți, Monah Teoclit Dionisiacul, trad. Cristina Rogobete și Adrian Marinescu, Editura Bizantină, 2002, p. 20)