Palabras de espiritualidad

El maligno no ha renunciado a someter las almas de los hombres

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Su dios es su vientre, su gloria lo que los deshonra y tienen puesto su corazón en las cosas de la tierra” (Filipenses 3, 19). Son personas poseídas por el demonio, quienes a su vez atormentan a otros, haciendo la voluntad de quien les tiene sometidas.

Todos enemos la libertad de vivir en pecado, o luchar en su contra; de vivir en la virtud, o permanecer en los placeres más impuros.

Alguien dirá: “¡Qué bueno que en la actualidad ya casi no hay casos de personas poseídas por el demonio!”. ¿Es que el maligno ha renunciado a seguir atormentándonos? ¡En absoluto! No ha renunciado, sino que ha elegido cambiar de armas para poder someternos sin que nos demos cuenta. Preguntémosle a alguien que tiene algún enemigo, si puede nombrar a esa persona, sabiendo lo que dice de él y cómo desea hacerle el mal. ¡En ese mismo momento, aquel hombre reaccionará peor que una fiera salvaje! Veamos a otro caso. Pensemos en una mujer cuyo esposo se halla sometido por la pasión de la bebida. Para él, ni su esposa, ni sus hijos, ni su trabajo, ni su dignidad de hombre valen lo que una copa de vino. En la bebida encuentra el manantial de toda su felicidad, en tanto que su propia familia es solo una fuente de disgustos y obligaciones, aterrorizándolos con su conducta.

El segundo mandamiento divino nos prohíbe adorar ídolos. Cualquiera diría que ese mandamiento ha perdido vigencia y que fue algo necesario para “esos tiempos tan lejanos”. Pero ¿es que las pasiones que nos dominan no son los ídolos a los que servimos con tanto amor y diligencia? Para algunos de nosotros, la bebida es un “dios”; para otros, el dinero o el desenfreno, la enemistad y otras cosas semejantes. El Santo Apóstol Pablo dice lo siguiente, refiriéndose a esas personas: “Su dios es su vientre, su gloria lo que los deshonra y tienen puesto su corazón en las cosas de la tierra” (Filipenses 3, 19). Son personas poseídas por el demonio, quienes a su vez atormentan a otros, haciendo la voluntad de quien les tiene sometidas.

(Traducido de: Arhimandritul Serafim ManCrâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, pp. 141-142)