“El malvado amarga y agita a todos los demás”
Tanto la bondad como la maldad tienen una fuerza contagiosa.
Las tentaciones sembradas por los demonios inducen a cometer pecados que. al principio, parecen dulces, pero que finalmente dejan una amargura insoportable, al convertirse en pasiones. El hombre tiene una dulzura en sí mismo que puede irradiar exteriormente. Al contrario, el pérfido tiene dentro un fermento de amargura que, a través de su oscura faz, se esparce a los demás. El bueno endulza a todos con la medida de su bondad. Por eso los santos trasmiten una especial dulzura espiritual. El malvado amarga y agita a todos los demás.
Tanto la bondad como la maldad tienen una fuerza contagiosa. De esto se extrae que, cuando alguno se vuelve pérfido sin haber sufrido alguna influencia visible, es porque seguramente la recibió de esos seres malignos que no pueden ser vistos.
(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, nota 698 la Varsanufie şi Ioan, Scrisori duhovniceşti, în Filocalia XI, Editura Humanitas, Bucureşti, 2009, p. 402)