El medicamento contra el pecado que también es nuestra llave para entrar al Reino de Dios
Cuando hagas esto, serás capaz de exclamar: “¡Es poco el castigo que recibo! ¡Son tantos y tan graves mis pecados, que seguramente merecería algo peor!”.
Tú ves el sufrimiento solamente desde este mundo. Pero intenta dirigir tu pensamiento a la vida eterna, luego del Juicio. Mira el fuego que no se extingue, preparado para nuestros pecados. Y desde allí observa el sufrimiento. Si esa ha de ser tu condena, la del fuego eterno, ¿cuántos sufrimientos no habrías estado dispuesto a soportar en esta vida, con tal de evitar ser arrojado a tan atroz castigo? Repite en tu interior: “Es por mis propios pecados que tengo que soportar las ofensas y el dolor” y agradécele a Dios que con Su bondad te guía hacia el arrepentimiento. Luego, en vez de entristecerte sin sentido, examínate y reconoce tus faltas, arrepiéntete y no vuelvas a cometerlas. Cuando hagas esto, serás capaz de exclamar: “¡Es poco el castigo que recibo! ¡Son tantos y tan graves mis pecados, que seguramente merecería algo peor!”.
Así pues, no importa si enfrentas la amarga suerte de todos, o si te oprimen sufrimientos y tribulaciones personales: tú sé paciente en todo con un corazón sereno, aceptándolo con agradecimiento, porque viene de manos de Dios como un medicamento contra los pecados, o como la llave que te abrirá las puertas del Reino de los Cielos. ¡No te quejes, no envidies al otro, no te dejes dominar por lamentaciones inútiles!
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Viața lăuntrică, Editura Sophia, București, 2000, pp. 98-99)