El medicamento de la contrición
También el profeta, habiendo pecado, se valió de esa misma práctica, y clamó con un llanto amargo: “Cada noche empapo yo mi almohada, inundo de lágrimas mi lecho”.
¿Quién podrá librar al pecador de todo pensamiento lujurioso? Solamente el medicamento de la contrición, que es el más importante de todos. Porque también el profeta, habiendo pecado, se valió de esa misma práctica, y clamó con un llanto amargo: “Cada noche empapo yo mi almohada, inundo de lágrimas mi lecho”.
Recordemos que los practicantes de la medicina suelen prescribir orden y equilibrio en la alimentación, para sanar de cualquier enfermedad; de lo contrario, la dolencia puede empeorar. Lo mismo ocurre con los padecimientos espirituales: los grandes banquetes y la embriaguez son como una gangrena que carcome el alma. Pero si practicamos la templanza y las demás virtudes, todas esas pasiones se apaciguan y se van. El médico celestial sana, como dice el profeta: “Yo hiero, pero también Yo hago sanar”.
(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele Minunat, Cuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 86)