Palabras de espiritualidad

El momento en el que el pecado surge en nuestro corazón

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El pecado nace en nuestro corazón, solo en el momento en el que aceptamos lo que el demonio nos sugiere y apartamos nuestros sentimientos positivos para con nuestros semejantes, con el enfado, la ira y el odio.

¿Qué puedo hacer, padre, si, a pesar de confesarme con frecuencia, los pecados se siguen acumulando en mi interior? A veces dudo que Dios me haya perdonado los pecados que he confesado…

—Cuando aparece la duda, lo que tenemos que hacer es recordar todos nuestros pecados, escribirlos en una hoja de papel, y confesarlos ante nuestro padre espiritual.

Los venerables Barsanufio y Juan, al referirse al Sacramento de la Confeión, nos explican lo siguiente: usualmente, pecamos durante todo el día con nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Por eso, cuando observemos que hemos pecado, debemos acordarnos de Dios y pedirle: “¡Perdóname, Señor, porque he pecado! He juzgado, he dormido en exceso, he hablado de cosas inadecuadas”. Y Dios, por medio del Espíritu Santo, nos perdonará las faltas de ese día.

Ciertamente, a lo largo del día y de la noche debemos hacer frente a millones de tentaciones, pero, si creyéramos que todas constituyen pecado y empezáramos a luchar personalmente contra ellas, sin vencerlas con nuestros buenos pensamientos, sino corriendo a enumerarlas ante nuestro confesor, terminaríamos extenuándolo. Por eso, tenemos que aprender a apartar las tentaciones, porque es el mismo maligno quien nos las envía, y no nuestros pensamientos (negativos). El pecado nace en nuestro corazón, solo en el momento en el que aceptamos lo que el demonio nos sugiere y apartamos nuestros sentimientos positivos para con nuestros semejantes, con el enfado, la ira y el odio. Es entonces cuando el mal penetra en nuestro corazón. ¿Por qué? Porque no hemos sabido diferenciar entre nuestros pensamientos y las tentaciones. Este conocimiento es algo que surge con la experiencia, en el momento en que los pecados nos agobian y prestamos atención a nuestros propios actos. Las tentaciones serán muchas, pero nuestros pecados serán menos.

(Traducido de: Îndrumar creștin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov), vol. 2, Editura Sophia, 2009, pp. 194)