Palabras de espiritualidad

El mundo es el reflejo de la belleza de Dios

  • Foto: Andreea Trandafir

    Foto: Andreea Trandafir

La belleza brilla en todo el mundo y Dios nos la muestra también en las criaturas más delicadas, más pequeñas. ¿Han observado cuánta pureza y belleza hay en estas pequeñas criaturas de Dios? ¿Han pensado alguna vez cómo las flores nos enseñan lo que es la pureza y la mansedumbre?

¿Es que podríamos pensar que esas flores que nos acarician la mirada, brillan de belleza tan sólo para atraer, con colores y olores, a los insectos que les son necesarios para la polinización? ¡Desde luego que no! La belleza brilla en todo el mundo y Dios nos la muestra también en las criaturas más delicadas, más pequeñas. ¿Han visto qué delicada, mansa, pura y frágil belleza emana de los pétalos y las corolas de las flores de “No me olvides”, los geranios, las gladiolas y todas las demás? ¿Han observado cuánta pureza y belleza se haya en estas pequeñas criaturas de Dios? ¿Han pensado alguna vez cómo las flores nos enseñan lo que es la pureza y la mansedumbre?

¿Han pensado alguna vez en la extraordinaria influencia espiritual que el cielo estrellado tiene sobre nuestros corazones, por esa belleza que le es natural? Cuando lo vemos, en su inmensidad, nuestro pensamiento huye, inevitablemente, a la eternidad. ¿No es eso lo que nos ocurre, por ejemplo, cuando observamos los picos más altos del monte, la cima de las montañas, escondidas entre densas nubes? ¿O cuando permanecemos en la costa mientras llueve, viendo cómo la tormenta levanta olas inmensas, que llenan los acantilados de agua? ¿Acaso no nos pasa en esos momentos, que nuestro corazón salta de emoción, contemplando la fuerza y el poder de la naturaleza? ¡Qué pequeños e insignificantes nos sentimos entonces! Si la naturaleza esconde dentro de sí misma tanta belleza, fuerza y poder, ¿qué podemos decir del origen de toda esa fuerza y belleza?¿Qué podemos decir, entonces, de Dios mismo?

Él es la fuente de toda esa belleza y poder. Él todo lo llena, todo lo penetra. La impresionante grandeza de las fuerzas naturales no son otra cosa que la manifestación de aquello que le da esa vida. En todo lo que nos rodea se halla el Espíritu Santo. Él “está en todas partes, llenándolo todo”; todo está lleno del poder del Espíritu de Dios y de Su amor.

(Traducido de. Sfântul Luca al Crimeei, Predici, Editura Sophia, București, 2010, p. 344)