El niño, síntesis de sus progenitores
El niño será piadoso en la medida en que su mamá también lo sea. Un alto porcentaje de la fe de la madre se transmite al hijo, ya desde el embarazo. La responsabilidad directa es, entonces, de la madre, pero también el padre es responsable, aunque indirectamente.
La vida espiritual de la persona comienza desde la concepción, desarrollándose con ella durante los nueve meses de gestación. Yo sentía esta enorme verdad, pero no sabía cómo explicarla.
Sin embargo, me fue concedido conocerla, en la misma intensidad y al unísono, por parte de dos grandes santos padres: San Paisos del Monte Athos y el Padre Arsenie Boca del Monasterio Prislop. Recuerdo cómo el Padre Teófilo —del Monasterio Sâmbăta—, con su habitual fervor, citaba al Padre Arsenie Boca, diciendo que “ustedes son la síntesis del bullicio de la casa de sus padres”. Ciertamente, el niño es la síntesis de sus padres, en todo el sentido de la palabra. El niño copia genéticamente a sus padres, a su papá o a su mamá, retrocediendo incluso hasta cuatro generaciones. Todos conocemos niños que se asemejan muchísimo a sus bisabuelos o abuelos, maternos o paternos. Realmente, la genética humana es un gran misterio, tristemente ignorado por muchísimas personas, dejado al azar.
Con todo, la Santa Iglesia nos provee de todo un arsenal de “antídotos”, “antisépticos” e incluso “remedios” para nuestro árbol genealógico. ¿Cuáles son? La confesión, una fe fuerte, las buenas acciones, el ayuno, la oración, la caridad... Todos son medicamentos prescritos por la Iglesia, eficaces terapias para nuestra genealogía.
Solemos creer que con la muerte de nuestros padres, abuelos y demás parientes, se produce una brecha definitiva. Pero esto no es cierto; se trata solamente de un alejamiento temporal. Nuestro vínculo con ellos permanece para siempre, es eterno, indisoluble.
(Traducido de: Arhim. Ioachim Pârvulescu, Sfătuiri duhovnicești – repere morale pentru o viață practică creștin – ortodoxă, Sfânta Mănăstire Lainici, 2004, p. 55)