El odio y los malos pensamientos
Si dejamos que el pensamiento impuro entre y le dedicamos nuestra atención, poco a poco hará su nido en nuestro interior, hasta llevarnos a exclamar: “¡Voy a hacer lo que me dice!”
Sabiendo que el odio es cosa del demonio y que busca la forma de anidar en tu interior, debes esforzarte y orar para apartarlo definitivamente de ti. Si alguien te provoca, aléjate y ora por él. No permitas que ese pensamiento impuro haga su nido en tu interior.
No pienso en las buenas acciones que he hecho a los demás, sino solamente en mis propias faltas. No es bueno quejarse por las ofensas sufridas. Si dejamos que el pensamiento impuro entre y le dedicamos nuestra atención, poco a poco hará su nido en nuestro interior, hasta llevarnos a exclamar: “¡Voy a hacer lo que me dice!”. Por eso, cuando uno de esos pensamientos aparezca, debemos persignarnos y orar: “¡Oh, Cristo mío, sálvame! ¡Sálvame, Tú que moriste por nosotros!”, y Él vendrá con dulzura. Debemos agregar: “¡Señor Jesucristo, por las oraciones de la Santísima Madre de Dios y de todos Tus santos, ten piedad de mí!”. Tal es el denuedo del cristiano. Examinémonos cada día, para observar nuestro avance en la vida espiritual. “¿Qué dije hoy, justo cuando no debía hacerlo? ¡He pecado! ¡Dios mío, perdóname!”. Pero, para poder hacer esto, debemos tener una mente pura y un corazón sin mancha.
(Traducido de: Ca aurul în topitoare – viața mucenicească a unui Iov al zilelor noastre, Schitul Lacu – Sfântul Munte Athos, p. 42)