«Me escribes que no encuentras un solo atisbo de orgullo y soberbia en tu interior, y que te gustaría saber cómo identificar esas pasiones. El mismo hecho de que no las puedas ver en tu interior demuestra que ellas dominan tu alma, arrastrándola a la oscuridad y las tinieblas, para que no seas capaz de reconocerlas. (...)

Debes saber que en donde hay una caída (en pecado) —así sea solamente con los pensamientos—, ahí ha actuado antes el orgullo. Esta hidra de siete cabezas puede ser vencida únicamente con el auxilio de Dios.

Ahí en donde no hay luz, hay oscuridad, y en donde no hay humildad, el orgullo llena de tinieblas nuestro estado espiritual. Desde las primeras líneas de tu carta veo que eres consciente de que es por causa del orgullo que has tenido que enfrentar incontables tentaciones. Y en esto tienes razón, de acuerdo a la experiencia de los Santos Padres, quienes también tuvieron que recorrer ese mismo camino».

(Traducido de: Filocalia de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 126)