Palabras de espiritualidad

El padre espiritual adecuado para cada quien

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Hay fieles que buscan una suerte de deus ex machina que, con una sola palabra milagrosa, resuelva todo. Estas personas necesitan, ante todo, que alguien las ayude a entender la verdadera naturaleza de la paternidad espiritual. 

Es importante enfatizar la extrema flexibilidad que debe existir entre el padre espiritual y sus discípulos. Hay creyentes que tienen la posibilidad de ver a su confesor todos los días, incluso todo el día, y orar con él, comer con él, trabajar con él, o, como ocurría frecuentemente en el desierto de Egipto, hasta compartir la misma celda con él. Hay otros que lo ven una vez al mes o al año; otros han visitado a su padre espiritual solamente una vez en la vida, y esto ha sido suficiente para ser guiados al buen camino. Además, hay diferentes clases de padres espirituales; algunos de ellos incluso tienen el poder de la sanación, como lo fue San Serafín de Sarov. Pero también hay muchos laicos y sacerdotes de parroquia, que, sin tener los extraordinarios dones de los stárets, pueden aconsejar apropiadamente a quienes los buscan. En fin, paralelamente con la paternidad o la maternidad espiritual, también existe la posibilidad de la fraternidad espiritual.

También hay muchas personas que creen que es imposible encontrar al padre espiritual adecuado.  Pero esto sucede porque tienen un modelo fijo de lo que quieren encontrar: buscando otro San Serafín, cierran los ojos ante el preceptor que Dios Mismo les ha enviado. Usualmente, sus aparentes problemas no son tan complicados; de hecho, ya conocen la respuesta en lo profundo de sus corazones. Pero esa respuesta no les agrada, porque implica un esfuerzo lleno de paciencia y perseverancia. Por eso es que buscan una suerte de deus ex machina que, con una sola palabra milagrosa, resuelva todo. Estas personas necesitan, ante todo, que alguien las ayude a entender la verdadera naturaleza de la paternidad espiritual.

(Traducido de: Episcopul Kallistos WareÎmpărăția lăuntrică, Editura Christiana, 1996, p. 77)