Palabras de espiritualidad

El poder de la oración en momentos de apremiante necesidad

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

Translation and adaptation:

¡Cuántos recursos tiene nuestro Omnisciente Dios! Él tiene infinitas formas de proteger y salvar a quienes se lo piden. También en nuestros días se hacen realidad las palabras del rey Salomón: “El nombre del Señor es torre fuerte, en ella se refugia el justo y está seguro” (Proverbios 18, 10).

Me contaba un conocido mío, belgradense, cómo Dios lo salvó de ser enviado a un campo de concentración. “La policía nos separó y nos puso en fila, afuera. Los soldados imperiales vociferaban, maldecían, nos jaleaban. ¿A quiénes? ¡A los hijos de Kosovo! ¡A los hijos del Príncipe Lázaro (de Serbia)! Los escogidos para ser enviados a los centros de detención eran empujados a un lado, al grito de “¡Adentro!”. A los otros, que eran dejados libres, se les gritaba: “¡A la calle!”. Muy pocos recibían esa liberadora orden. Y se quedaban ahí, viendo, temblando. Yo empecé a orar calladamente: “¡Señor, sálvame!”, mientras permanecía en esa hilera de detenidos. Llegó mi turno. “¿Ocupación?”, me preguntó a secas el soldado. “¡Señor, sálvame!”, susurré por última vez y, sin pensarlo más, abrí la boca y dije: “Señor, tengo una pequeña tienda, para darles de comer a mis hijos”. El soldado se quedó callado, pensativo. Después me zarandeó de un lado a otro, como dudando qué hacer conmigo... Finalmente, me vio a los ojos y gritó: “¡A la calle!”.

¡Cuántos recursos tiene nuestro Omnisciente Dios! Él tiene infinitas formas de proteger y salvar a quienes se lo piden. También en nuestros días se hacen realidad las palabras del rey Salomón: “El nombre del Señor es torre fuerte, en ella se refugia el justo y está seguro” (Proverbios 18, 10).

¿Acaso solamente una vez ha cegado al enemigo, para que no pueda ver a ése a quien busca, a ése a quien persigue? Su presa está allí, delante de sus ojos, pero el otro no puede verlo. ¿O pasar de largo ante esa casa que con gusto hubiera allanado y registrado? La esposa de un oficial serbio de Belgrado vivió esta última situación. Desde la ventana podía ver, con pavor, cómo los soldados enemigos entraban de casa en casa, registrándolas y apresando a sus inquilinos. Pocos minutos después ya estaban en la casa de al lado. ¿Qué podía hacer? Inmediatamente llamó a su suegra y a sus hijos, y todos se pusieron a orar de rodillas ante el ícono del Santo Arcángel. Oraron con fervor, entre lágrimas y suspiros. A lo lejos podían oír cómo los soldados insultaban al vecino y se burlaban de él. Luego, el sonido de las botas caminando sobre el pavimento, dirigiéndose a su casa... ¡Cuántos segundos de angustiosa espera! ¿Cuánto faltaba para que llamaran a la puerta? Pero nada de eso ocurrió. ¡Dios no lo permitió! Su oración no fue en vano. Al salir de la casa vecina, los soldados pasaron justo enfrente de la casa del oficial serbio y entraron en la siguiente vivienda. Simplemente no se les permitió ver la puerta ni esa casa atada al Cielo por medio de la oración.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi: scrisori misionare, Editura Sophia - Press, 2002, p.46)