Palabras de espiritualidad

El poder de los recuerdos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

En los días de sed, en los días de bochorno, en los días de frío intenso, en la prisión, de la memoria de esos momentos —acaso banales— extraía, como de un pozo encantado, fuerza y consuelo. Y, ante todo, el poder para concentrarme y ponerme a orar.

Los momentos de felicidad cuya presencia conservamos viva, están sometidos a una selección que no podemos controlar del todo y que se vale de criterios más o menos extraños. Creemos que retenemos los momentos de felicidad más intensa, o los que están marcados por sucesos favorables. No. Lo que sobrevive son las instantánes que carecen de cualquier significado.

A mí, por ejemplo, cual fuente inagotable de una sensación de felicidad inenarrable, me quedan las imágenes de los paseos que hacía con mi madre, a pie, hasta la carretera, al final del invierno. Las aceras, limpias otra vez. El aire, ágil y vivaz, y el cielo completamente despejado y azul. A primera hora de la tarde, poca gente afuera. Caminamos lejos, y volvemos ligeramente cansados, subiendo la cuesta de la calle conocida como “Calea Victoriei”. Al entrar a la ciudad, nos detenemos en la pastelería “Néstor” y compramos una pequeña torta, servida con un vaso de agua fría.

¿Por qué me trae tanta serenidad?

En los días de sed, en los días de bochorno, en los días de frío intenso, en la prisión, de la memoria de esos momentos —acaso banales— extraía, como de un pozo encantado, fuerza y consuelo. Y, ante todo, el poder para concentrarme y ponerme a orar.

(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 399)