Palabras de espiritualidad

El precio de acostumbrarnos a pecar

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

A medida que más pecamos, más se debilita en nosotros la voluntad de hacer el bien, en tanto que crece la inclinación a cometer el mal, de una forma tal que pronto nos resulta difícil oponernos al pecado.

Hay algunos que viven tan acostumbrados a pecar y tienen la conciencia tan pervertida, que han dejado de considerar pecado al pecado, porque lo ven como algo normal y de cierta manera permitido, o creen que engañar a los demás o aprovecharse de su error o ignorancia para su propio beneficio es cuestión de tener arrojo, habilidad y sagacidad.

Tenemos que mantener nuestra conciencia sana, pura, impoluta, sensible y delicada, para que pueda apartar inmediatamente cualquier contacto con el pecado, como si se tratara de un veneno mortal, “porque la paga del pecado es la muerte” (Romanos, 6, 23). Así pues, en los engañosos tiempos actuales, tan llenos de las mal llamadas “libertades”, arbitrariamente concedidas y abusivamente entendidas, algunos han dejado de considerar que el asesinato es pecado, al igual que el adulterio, el robo y otras cosas semejantes.

Mientras más perseveramos en el pecado, más lo asumimos como una costumbre. Y, a medida que más pecamos, más se debilita en nosotros la voluntad de hacer el bien, en tanto que crece la inclinación a cometer el mal, de una forma tal que pronto nos resulta difícil oponernos al pecado. Tenemos que cultivar toda virtud, para que esta se convierta en una característica natural de cada individuo.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Spicul viu. Gânduri despre calea mântuitoare, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2009, pp.89-90)