El principio de la oración
Es añorar nuestra casa, nuestro hogar, un lugar que no puede ser localizado geográficamente, ese hogar en el que encontramos amor, felicidad y vida.
El día en el que Dios está como ausente y calla: tal es el principio de la oración. No cuando tenemos muchas cosas por decir, sino cuando simplemente clamamos: “¡No puedo vivir sin Ti! ¿Por qué permaneces en silencio?”. El hecho de saber que o lo encontramos o morimos es lo que nos hace buscar una liberación al lugar en el que sentimos Su presencia. Si escuchamos lo que nuestros corazones saben del amor y no le tememos a la desesperanza, entenderemos que la victoria está siempre al otro lado de la desesperanza. Y también existe ese tiempo en el que anhelamos con el corazón a Dios Mismo, no a Sus bondades, sino solamente a Él. Hay mucha tristeza en los ojos que empiezan a ver y a escudriñar el infinito, a menudo en medio de la plenitud y la felicidad. Es añorar nuestra casa, nuestro hogar, un lugar que no puede ser localizado geográficamente, ese hogar en el que encontramos amor, felicidad y vida.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Scoala rugăciunii, Editura Sophia, Bucureşti, 2006, pp. 25-26)