Padre, muchos nos condenan, señalándonos de que nos preocupa más lo espiritual, descuidando lo relacionado con la vida en este mundo. ¿Qué podríamos responderles?

—Pascal se pregunta: “Si pudiera resolver todos los problemas de la vida, absolutamente todos —económicos, biológicos, naturales, químicos—, pero dejara uno solo sin resolver, el de la muerte, ¿cómo podría ayudarme todo esto ante la muerte misma? De ninguna manera. Y, al contrario, si resuelvo únicamente el problema de la muerte, ¿ignorar los demás constituye un obstáculo ante la muerte? En absoluto. Luego, ¿qué podemos hacer?”. Y concluye: “¡Resolver el problema de la muerte! ¡Preocúpate, hombre, en resolver este problema! Y, si tienes éxito, habrás llegado a la verdad. ¿Hay algo peor que la incredulidad y la muerte? No. La escalera se detiene justo ahí”.

Si resuelves el problema de la muerte, conocerás todo. Esto es lo primero en lo que tiene que pensar el hombre. Porque, aunque hayamos obtenido el mundo entero, dice la Iglesia, “todos iremos a morar al sepulcro, en donde no hay diferencia entre reyes y pobres”. Nadie dice que debamos mostrarnos completamente indiferentes ante las cosas materiales, pero esta no debe ser la principal preocupación de nuestra vida: “Buscad primero el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mateo 6, 33).

(Traducido de: Arhimandritul Epifanie Theodoropulos, Toată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, pp. 37-38)