El que es juicioso en sus palabras, lo es también en sus actos
Aquel que mide las palabras que va a pronunciar, lo hace también con los actos que se apresta a ejecutar, sin sobrepasar jamás los límites de la buena y virtuosa conducta.
Los cristianos tienen el deber, de acuerdo al mandato del Señor, de buscar la santidad y la perfección. Ambas brotan, en primer lugar, en lo profundo del alma del cristiano y después se graban en sus pensamientos, deseos, palabras y acciones. De esta manera, la Gracia de Dios que hay en el alma fluye también en su comportamiento exterior.
El cristiano está obligado a ser noble en todo. Sus palabras y acciones deben ser inspiradas por la Gracia del Espíritu Santo, Quien mora en su alma, de forma que pueda engrandecer su formación cristiana y exaltar el Nombre de Dios. El que es mesurado en sus palabras lo es también en sus actos.
Ciertamente, aquel que mide las palabras que va a pronunciar, lo hace también con los actos que se apresta a ejecutar, sin sobrepasar jamás los límites de la buena y virtuosa conducta.
Las palabras gratíficas del cristiano se caracterizan por su nobleza y delicadeza. Estas son las que dan a luz al amor, ofreciendo paz y alegría.
Al contrario, el hablar mucho sólo origina odio, enemistad, riñas, desconcierto y disputas. Luego, les pido que sean nobles siempre. Que de sus labios nunca broten palabras malas, carentes de la Gracia, sino que siempre pronuncien palabras de salvación, buenas, de esas que dan testimonio de la nobleza de Cristo y de nuestra propia cultura espiritual.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 285-286)