Palabras de espiritualidad

El rol de cada uno de los participantes en el Sacramento de la Confesión

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El sacerdote no es sino el “portero” de Dios, el que introduce al cristiano ante la presencia divina; Él es, utilizando una metáfora médica, el que lleva al enfermo a la sala de espera.

Como sacramento de sanación, la Confesión no es una necesidad incómoda ni una disciplina impuesta por la autoridad de la Iglesia, sino un acto lleno de alegría y de un don redentor. Por medio de la Confesión entendemos que Dios es verdaderamente “la esperanza de los que no tienen esperanza”, como dice la Liturgia de San Basilio.

En el Sacramento de la Confesión, “estamos presentes únicamente los tres”, es decir, el sacerdote, el fiel que se confiesa, y Cristo-médico. ¿Quién tiene el rol más importante? Muchas personas tienden a concederle esa prioridad a la labor del sacerdote, con sus consejos y guías. Pero si este no dice nada elocuente o espontáneo, concluyen que no ha ocurrido gran cosa, o nada. Otros sobredimensionan el segundo el aspecto, el rol del creyente que se acerca a confesarse. Creen que lo importante es emocionarse profundamente, aunque, como hemos dicho antes, el arrepentimiento no es primordialmente una cosa afectiva. Haciendo énfasis en su propio esmero, consideran que el Sacramento de la Confesión es algo triste y desalentador, algo así como un baño con agua fría; una cosa necesaria pero desagradable, de la cual hay que salir lo antes posible.

En realidad, el rol más importante no es el del penitente ni el del confesor, sino el de Dios. Aunque se nos pide preparar minuciosamente nuestro examen de conciencia, el fiel, en última instancia, se acerca a la Confesión con las manos vacías, impotente, reconociendo que no puede sanarse solo, y pidiéndole a alguien más que lo sane. Y Aquel a quien le pide auxilio no es el sacerdote, sino Dios. El sacerdote no es sino el “portero” de Dios, el que introduce al cristiano ante la presencia divina; Él es, utilizando una metáfora médica, el que lleva al enfermo a la sala de espera.

La Confesión se hace ante Cristo, no ante el sacerdote: “Cristo se halla presente de forma invisible, para recibir la confesión de tus pecados”; de Cristo, no del sacerdote, es que viene el perdón: “para que recibas el perdón de nuestro Señor Jesucristo”.

(Traducido de: Episcopul Kallistos WareÎmpărăția lăuntrică, Editura Christiana, 1996, pp. 53-54)