Después de un período de 40-50 años de educación atea, he podido constatar, en las personas que nacieron y vivieron en esa época, que no tienen la formación cristiana que podrían haber heredado de sus antepasados. Esto se hace evidente, por ejemplo, en los casos de señoras que vienen a buscarme para contarme que sus esposos no son creyentes. La lucha consiste en acercarlos a la iglesia, sin hacerles sentir que son pecadores.

Debe seguirse un canon diario, pero en un estado de apertura espiritual, no de sometimiento a lo prescrito. El padre espiritual, muchas veces, tristemente, le da un canon a la persona, “deberás leer esto y aquello...” Y la persona, si es que cumple con esa disposición, lo hace por obligación, no para sanarse. Son realmente pocos los que hacen esto como es debido.

Por ejemplo, supe de uno que recibió como canon leer tres veces la Biblia... ¿La leerá para entenderla o porque así se le mandó hacerlo? Y es que los cánones de penitencia muy cargados pueden debilitar espiritualmente a la persona.

La lucha es, luego, de parte de los dos, del hijo y del padre, para sanar el pecado y poder progresar, para hacerte, poco a poco, “mejor”. La lucha es que mañana la persona siga estando tan presente como hoy, cuando se confesó.

(Traducido de: Părintele Arsenie Papacioc, Despre Spovedanie și Împărtășanie, Editura Elena, Constanța, 2013, pp. 22-23)