El rol y el poder de la Divina Liturgia
“Si participáramos con todo el corazón en la Liturgia, sentiríamos que el temor hacia las fuerzas maléficas es sustituido por una confianza absoluta en Dios”, dice el hierodiácono Basilio, del Monasterio Bistrița (Rumanía).
Padre, ¿qué efectos, visibles e invisibles, produce en el creyente la participacion en los oficios litúrgicos de la Iglesia?
—El propósito del hombre es la santificación de su vida, de acuerdo a las palabras del Santo Apóstol Pablo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Y, en otra parte: “Buscad la paz y la santidad, sin las cuales nadie puede ver a Dios”.
De la iglesia, el hombre obtiene estas dos cosas: paz y snatidad, por medio de las cuales tiene la posibilidad de ver a Dios. El impacto en el hombre de los oficios litúrgicos y de todo lo que se desarrolla al interior de la iglesia es mucho más amplio, más consistente. En la iglesia, el hombre participa de la Gracia del Espíritu Santo. En la iglesia, el hombre toma parte de la Última Cena y, así, cumple con el testamento del Señor: “Haced esto en memoria Mía. Pues cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga”.
Por ejemplo, San Ignacio de Antioquía dice: “Si os congregáis con frecuencia para celebrar la Eucaristía de Dios, estaréis frustrando las cosas del demonio. La confesión común de vuestra fe anticipa la ruina del maligno”. Así pues, con la Divina Liturgia se destruyen las artimañas del maligno y se prepara la ruina de sus acciones.
Actualmente, las personas les temen mucho a los hechizos, a los encantos, a las cosas relacionadas con la magia y el ocultismo, y sienten una preocupación casi enfermiza por todos esos aspectos, porque ignoran que en la Divina Liturgia se halla el poder de Dios, con el cual todas esas fuerzas maléficas del demonio son destruidas, alejadas, disipadas. Muchos recurren, con ansiedad, a toda clase de exorcismos y oraciones especiales, pero San Ignacio nos dice que la acción más poderosa contra el demonio es justamente la Divina Liturgia.
También nosotros, si participáramos con todo el corazón en la Liturgia, sentiríamos que el temor hacia las fuerzas maléficas es sustituido por una confianza absoluta en Dios.
El rol de la Divina Liturgia, además de ser sacramental, es también catequético. Aunque el sacerdote obvie el momento de la homilía, en la Divina Liturgia siempre se leen las cartas de los Santos Apóstoles y algunos pasajes del Santo Evangelio. Recordemos, a manera de ejemplo, que en las Vísperas se hacen determinadas lecturas del Antiguo Testamento, llamadas parimias.
Todo ello tiene un profundo rol didáctico, y nosotros, si prestáramos atención, aprenderíamos mucho de cada uno de esos aspectos. Incluso de las letanías se puede aprender mucho. “Encomendémonos a nosotros mismos, y los unos a los otros y nuestra vida entera a Cristo Dios”. ¡Cuántas cosas se puden aprender de ese “y nuestra vida entera (encomendémosla) a Cristo Dios”! O del “¡Levantemos los corazones!”. O de la expresión: “¡Demos gracias al Señor!”.
Asimismo, en los oficios litúrgicos comulgamos de la Gracia de Dios, sin la cual nuestra salvación no es posible. En conclusión, los objetivos de nuestra participación en los oficios litúrgicos son recibir la Gracia de Dios, las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo y, de forma culminante, el Cuerpo y la Sangre del nuestro Salvador. Con todo esto somos conducidos al Reino de Dios, y de esta manera Él nos hace partícipes de Su salvación.