El Sacramento de la Confesión y el perdón de los pecados
El cristiano, cargado de pecados, acude al sacerdote, con una profunda contrición en el alma, y le revela sin reparos los secretos de su corazón y su mente.
El cristiano, cargado de pecados, acude al sacerdote, con una profunda contrición en el alma, y le revela sin reparos los secretos de su corazón y su mente. El sacerdote, confiando en el sincero arrepentimiento del creyente, después de las oraciones de rigor, le lee la oración que completa el sacramento:
“Que nuestro Señor y Dios, Jesucristo, por la Gracia y los dones de Su amor a los hombres, te perdone a ti, hijo/hija (nombre), y te quite todos tus pecados. Y yo, indigno sacerdote y confesor, por la potestad que se me ha concedido, te perdono y te absuelvo de todos tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
En ese momento, todo lo que el sacerdote perdona aquí en la tierra, queda perdonado también en el Cielo. ¿Hay una misericordia más grande que esta? Tal vez a alguien le parezca muy difícil que algo así sea posible, si no nos lo hubiera dicho Aquel que “no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño” (I Pedro 2, 22).
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, traducere din limba bulgară de Valentin-Petre Lică, Editura Predania, București, 2010, p. 86)