El Sacramento de la Santa Unción y nuestra paciencia en la enfermedad
Desde un punto de vista médico y espiritual, la enfermedad representa una ruptura del orden normal en el cuerpo y en el alma.
La enfermedad y el sufrimiento están vinculados y se entrelazan tanto al nivel del cuerpo como del alma. El sufrimiento del cuerpo es señal de la enfermedad, de la debilidad de algún miembro; por su parte, el sufrimiento del alma duplica, algunas veces, la enfermedad del cuerpo, o se manifiesta como insomnio, irascibilidad, falta de concentración o problemas con la memoria. Así las cosas, la enfermedad del cuerpo es también un problema espiritual, siendo el estado que demuestra la correspondencia entre cuerpo y alma.
Interpretados fuera de la fe cristiana, el sufrimiento y la enfermedad resultan incomprensibles. Pero, con Cristo, la paciencia en el sufrimiento es un camino a la salvación. En este sentido, el Santo Apóstol Santiago, en el texto de su epístola —que leemos al comienzo del oficio del Sacramento de la Santa Unción—, nos recuerda el ejemplo de los profetas y de Job, nuestro modelo de entereza en el sufrimiento del cuerpo y del alma, con tal de alcanzar, por medio de la paciencia, la felicidad santa y la salud del cuerpo y del alma.
En general, el dolor y la enfermedad tienen también un rol pedagógico y uno de concientización, de espabilamiento y lucidez. Dios permite, hasta cierto punto, esas tentaciones en nuestra vida, tal como permitió que Job fuera tentado. Pero el mal no puede alcanzar también nuestra alma y, por medio de la paciencia, podemos apartar tales pruebas y terminar venciendo a la enfermedad. Conociendo los límites de su poder y la belleza de nuestra libertad, el demonio nos envía permamentemente pensamientos de pecado, esperando llegar a hacerse el dueño de nuestra vida. El afán del demonio consiste en doblegar la fuerza y la paciencia del hombre, buscando herirle no en su efímero cuerpo, sino en su alma inmortal. Pero, allí en donde el demonio nos envía tentaciones y busca cómo inmiscuirse en nosotros, la voz de Dios, la conciencia, nos ayuda y nos alienta a vencer.
Para librarnos de toda caída y para fortalecer nuestra paciencia en la enfermedad, el Apóstol Santiago nos exhorta a orar. La oración no solamente sana la enfermedad y el sufrimiento, sino también las causas que los provocan, librando al hombre de la tentación y robusteciendo su fe. Pero, subraya Santiago, para que la oración sane completamente la enfermedad del hombre, es necesario que se trate de una plegaria comunitaria, es decir, lo que habría de convertirse en el Sacramento de la Santa Unción. El texto del Apóstol se refiere también a la oración de la fe, tanto de aquel que invoca la obra de santificación de la Gracia de Dios, es decir, el sacerdote, como de aquel que recibe la sanación, es decir, el enfermo. En este sentido, es bueno remarcar el hecho que, en incontables ocasiones, el Señor requirió la fe de quienes deseaban sanarse. Él nunca hizo del acto de sanación un espectáculo, sino uno de un misericordioso y renovador amor hacia la naturaleza del hombre.
Desde un punto de vista médico y espiritual, la enfermedad representa una ruptura del orden normal en el cuerpo y en el alma. Por eso, en la medicina espiritual se dice que el pecado y la enfermedad son anomalías de nuestra naturaleza. Por medio del Sacramento de la Santa Unción se nos ofrece no sólo la posibilidad de sanar nuestro sufrimiento y enfermedad, o las causas que los provocan, sino también la unción con un aceite santificado que nos abre a Dios, a la Vida. En el Sacramento de la Santa Unción, la sanación se nos otorga junto con el don de un nuevo horizonte, para que con nuestra paciencia en el sufrimiento y la enfermedad podamos fortalecernos y esperar conocer esa Luz que no tiene fin.
(Traducido de: Preot Medic Cornel Jupâneanț, Taina Sfântului Maslu – o interpretare teologică și medicală, Editura Diecezană, Caransebeș, 2012, pp. 25-30)