El Sacramento del Matrimonio y sus dones
El Sacramento del Matrimonio otorga a los esposos la gracia de llevar una vida conyugal y familiar en unidad, armonía y bonanza, compartiendo tales bendiciones.
En cada oficio litúrgico, la Iglesia ora por el “bienestar” de todos. En la celebración del Sacramento del Matrimonio, esa invocación se hace con mayor énfasis, cuando el sacerdote le pide a Dios que les otorgue a los novios “bondades en sus vidas”, “prosperidad” y “dicha”. En una palabra, el bienestar en todo su camino terrenal hacia la eternidad.
El Sacramento del Matrimonio otorga a los esposos la gracia de llevar una vida conyugal y familiar en unidad, armonía y bonanza, compartiendo tales bendiciones. Es una fuerza extraordinaria que les permite hacer mucho más de lo que podrían hacer con sus propias fuerzas naturales, psicoafectivas. Por medio de ese don, los esposos superan los límites del simple vínculo físico y psíquico, venciendo las dificultades que inevitablemente aparecen a cada paso que dan. La Gracia, con su fuerza, les hace espiritualmente buenos progenitores, que crían y educan a sus hijos de un modo que supera las fronteras de los lazos biológicos y de las relaciones psicoafectivas normales.
Como en todos los demás sacramentos, el don que se otorga debe ser recibido continuamente y asimilado con una forma de vida cristiana e, incluso, a través del esfuerzo personal fundamentado, como en cualquier forma de vida comunitaria cristiana, en el amor, la humildad, la renuncia a la propia voluntad, la aceptación de la voluntad del otro, el respeto, la compasión, la entrega, el cuidado al otro y todas las demás virtudes que llevan a la armonía en la vida conyugal, al fortalecimiento de ese vínculo y su perfeccionamiento en Cristo.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Viața sacramentală, Editura Basilica, București, 2015, pp. 546-