El Salterio: el libro de oración más amado por San Jorge el Peregrino
Cuando visitaba algún poblado, las personas se le acercaban y besaban el Salterio que llevaba bajo el brazo, en tanto que otras le daban algunas monedas para que orara por ellas.
San Jorge el Peregrino fue un hombre de oración durante toda su vida. Desde niño portaba todo el tiempo consigo el Salterio y, cuando se iba a la montaña a cuidar las ovejas de sus padres, leía permanentemente los salmos de David, hasta que se los aprendió de memoria.
El Salterio también acompañó a San Jorge en su peregrinación al Santo Sepulcro, por el desierto del Jordán y en el Santo Monte Athos.
Conociendo los salmos desde tan joven, San Jorge el Peregrino los repetía diariamente. Cuando estuvo viviendo en la torre de la iglesia señorial de Piatra Neamţ, salía y cantaba los salmos en voz alta y despacito, diciendo:
—¡Ahora empecemos las amadas oraciones de la primera catisma!
Al terminar, agregaba:
—¡Ahora empecemos las amadas oraciones de la segunda catisma!
Y así lo hacía, hasta terminar el Salterio completo. Después, daba alguna ayuda a los necesitados que hubiera en el lugar y subía nuevamente a la torre.
Cuando iba por la calle, o cuando visitaba algún poblado, las personas se le acercaban y besaban el Salterio que llevaba bajo el brazo, en tanto que otras le daban algunas monedas para que orara por ellas.
El día 15 de agosto de 1916, en la fiesta de la Dormición de la Madre del Señor, mientras el sacristán de la iglesia San Juan Señorial de Piatra Neamţ subía a la torre para tocar las campanas, llamando a la movilización general de las tropas rumanas en la Primera Guerra Mundial, el anciano Jorge Lazăr entregó su alma en manos de Cristo Dios, con el Salterio a su lado. Así lo había profetizado algún tiempo atrás:
«A menudo le preguntaban algunos monjes y discípulos suyos:
—¿Cuándo nos dejará, anciano Jorge?
—Eh, querido hijo… Moriré cuando haya agitación entre la gente (…). Mi muerte acaecerá en un día de fiesta, cuando repiquen las campanas en todo el país».
Acompañado por miles de fieles, San Jorge fue enterrado en el cementerio de la ciudad de Piatra Neamț, envuelto en su vieja zamarra de pastor, y con el Salterio y su bastón al lado.
Actualmente, el Salterio de San Jorge el Peregrino se halla expuesto en el Monasterio Văratec. Probablemente fue llevado ahí por el padre Damasceno Trofin, en el verano de 1934, junto con las reliquias de San Jorge.